El papel de la cultura organizativa de las empresas en la atracción de talento y la experiencia del empleado

En este artículo hablaremos de uno de los mayores y principales retos a los que se enfrentan las empresas: la atracción y fidelización del talento que garantice su supervivencia y crecimiento. Hablaremos de la importancia que tiene la cultura organizativa para ello, y su impacto en la experiencia del empleado.

El desafío de ATRAER Y FIDELIZAR EL TALENTO es fundamental para el crecimiento y supervivencia de las empresas 

¿Quién no ha leído ya en lo que llevamos de año, al menos un artículo sobre la dificultad que actualmente tienen algunas empresas y/o sectores para atraer y fidelizar talento? Es uno de los principales retos de las empresas, en cuanto a lo que a gestión de personas se refiere, en 2023 y, yo diría que en los siguientes años también.

Según el Informe de Tendencias 2023 de Randstad Research, el 53% de las empresas deberán hacer frente al reto del déficit de talento y el 42% a la fidelización. Ambas, cifras que demuestran que es necesario que las empresas hagan un ejercicio de análisis sobre su cultura organizativa, que les ayude a dimensionar eficazmente este reto e identificar las acciones oportunas.

El reto de desarrollar una cultura para las organizaciones es de gran magnitud. Requiere que las partes implicadas acuerden lo que se quiere ser, lo que se cree ser, y lo que realmente se es. Y también, cómo quieren ser percibidos, a partir de cómo les perciben los demás. Esto es algo especialmente relevante para las empresas, donde la distancia entre cómo queremos ser percibidos y cómo nos perciben es grande. Por tanto, la cultura organizativa es un factor clave en la vida de las empresas.

La Real Academia Española define cultura (en una de sus acepciones), como el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”. Así mismo, defineorganización, como una “asociación de personas regulada por un conjunto de normas en función de determinados fines”.

Atendiendo a la literalidad de ambas definiciones, podríamos afirmar con bastante acierto que la cultura organizativa es el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo en una asociación de personas que están reguladas por un conjunto de normas en función de determinados fines.

Los términos modos de vida, costumbres y normas, demuestran el impacto tan fuerte que la cultura organizativa tiene en las personas que viven en ella.

El impacto de la cultura organizacional en la experiencia del empleado es directo

La cultura en las organizaciones se percibe y asume desde las vivencias de sus miembros, con un enfoque 360 grados: se emana, se ve, se siente y hasta se respira, de un modo absolutamente experiencial e imposible de ocultar.

Es algo parecido a cuando vamos de vacaciones a un lugar: lo primero que percibimos son imágenes, olores, sabores, sonidos, caras… que nos provocan una serie de pensamientos que confirman o desmienten nuestras expectativas previas, y son clave para decidir si repetiremos estas vacaciones en el futuro o no.

El ser humano genera más de 60.000 pensamientos al día, tal es nuestra capacidad para canalizar todo lo que percibimos y contrastarlo con lo vivido (pasado) y lo esperado (futuro), es decir, hacer un primer diagnóstico de si creemos que nuestras expectativas podrán ser cubiertas o no.

Pero la cultura es algo que trasciende a la simple observación porque tiene que ver con lo que se siente al vivir una determinada experiencia.  Por ello, cultura y experiencia del empleado están tan estrechamente interrelacionados.

Las empresas ya han llegado a esta conclusión, sin embargo, en muchos casos, a un ritmo algo más lento de lo deseable. Probablemente, porque durante décadas las empresas más admiradas han sido las que han logrado grandes crecimientos y grandes beneficios para el conjunto de la sociedad. Es decir, sin importar cómo lo han hecho, sino lo que han hecho.  

La historia nos ha demostrado que la actividad de las empresas ha ido mejorando la confortabilidad y calidad de vida de las personas, ya que ha hecho accesibles millones de productos y servicios para un número mucho mayor de personas, en un tiempo mínimo.

Las empresas deben elevar su grado de empatía

Sin embargo, esto no es suficiente. Las empresas saben ahora que es imprescindible elevar su grado de empatía y conectar con las necesidades y motivaciones de las personas que la integran, además de con los consumidores Llevamos décadas trabajando en la experiencia de cliente, sin reparar tanto en la experiencia de empleado. Es aquí donde la cultura organizacional adquiere el protagonismo que actualmente tiene.

Las empresas saben que deben repensarse, cuestionarse y hacer cambios en ese “conjunto de modos de vida y costumbres” y “de normas”, del que hablábamos al inicio, además de adaptar sus “conocimientos y grado de desarrollo” y “sus fines”.

He aquí grandes claves para afrontar los retos en todo aquello relacionado con las personas en las organizaciones, con la atracción y fidelización del talento: las cualidades de la HUMILDAD, EMPATÍA Y PROPÓSITO.

Humildad, empatía y propósito: 3 claves fundamentales

HUMILDAD para repensar y cuestionarse a sí mismas, además de adaptar sus conocimientos y desarrollo.  EMPATÍA para generar nuevos modos y costumbres de hacer las cosas. PROPÓSITO para adaptar sus fines a un objetivo concreto beneficioso para la sociedad. Todo ello, conectando con las preocupaciones, necesidades y motivaciones de las personas que la integran y/o que necesitan integrar.

Jamás la cultura organizacional ha estado tan en el centro de la toma de decisiones. Todas las empresas están poniendo el foco en ello. Se están reorientando hacia la consolidación de la cultura y los valores que necesitan implantar en el conjunto de la organización, para lograr atraer y fidelizar el talento, un reto mucho más relevante hoy. Las empresas necesitan convertirse en

Las empresas requieren ser percibidas como entidades que cuidan a las personas y favorecen a la sociedad

organizaciones más empáticas y flexibles, con un propósito claro y atractivo, si no quieren correr un elevado riesgo de fracasar en el medio y largo plazo.

Las empresas deben ser conscientes que, además de aportar beneficios a los accionistas, requieren ser percibidas como entidades que cuidan a las personas y favorecen a la sociedad, a través de una propuesta valor integral y de calidad para los stakeholders. Necesitan por ello empatizar con las necesidades de las personas y actuar en consecuencia.

¿Realmente somos percibidos como nos gustaría? ¿Conocemos profundamente cómo nos perciben los demás?

La pregunta es: ¿lo logran? ¿realmente consiguen con la imagen que transmiten que las personas quieran llegar a ellas y, una vez allí, quieran quedarse? ¿las personas encuentran siempre lo que desde fuera habían intuido que eran? ¿existe correlación y coherencia entre lo que las empresas dicen ser y lo que son? La respuesta es en muchas ocasiones: no. En esto consiste su gran reto: en actuar con transparencia, honestidad, escucha y humildad, para reconocer que, si todavía no han transformado su modelo y su cultura, están a tiempo de hacerlo.

La relación con la cultura organizacional no siempre es fácil. Siendo conscientes de su importancia, se invierte y se hace un gran esfuerzo por mejorar la imagen de marca entre los propios empleados, lo que se llega a saber a través de encuestas de clima laboral, cuyos datos se analizan posteriormente para conocer más y mejor a las personas. Pero esto no es suficiente. Es fundamental dar continuidad y definir una estrategia que dé respuesta a todas las problemáticas identificadas, y revisarla y actualizarla periódicamente, para garantizar que las acciones que se lleven a cabo mejoran realmente la experiencia del empleado.

El motivo fundamental por el que, en muchas ocasiones, el esfuerzo realizado no genera el impacto deseado, es que no se llega a producir una transformación cultural real. Definirla e identificar los valores que consolidan la unión de todas las partes implicadas en la vida de la empresa, es sólo el principio. Es imprescindible saber definir y trasladar todo aquello que los integrantes perciben que son, y lo que quieren ser, mediante las acciones necesarias que demuestren que efectivamente la empresa entiende sus vivencias y sus aspiraciones, y qué tipo de cultura debe expandirse entre todos.  

La cultura empresarial es la suma de los valores de las personas

La cultura empresarial es la suma de los valores de las personas llevados a la práctica, de modo que, para hacer un cambio real, tras ese ejercicio de reflexión sobre qué empresa queremos ser, será fundamental observar los comportamientos, analizarlos y comprender su significado, aceptando la realidad según lo que nuestros comportamientos describen, y pensando en cómo evolucionar hacia una cultura que realmente transmita los valores que necesitamos solidificar como empresa.  Será entonces momento de cambiar lo que debamos cambiar.  Esta será la verdadera transformación.

Llegados a este punto, se abrirá una grandísima oportunidad: actuar y generar un cambio colaborativo y compartido, que realmente genere el impacto positivo que posibilite que lleguemos a ser lo que queremos ser como empresa y lleguemos a tener la clase de experiencia que queremos las personas que formamos parte de ella.

ESCUCHEMOS con mayúsculas y hablemos de todo lo que nos ayude a transformarnos en la empresa que queremos ser

¿Queremos ofrecer una propuesta de valor que atraiga y fidelice el talento que necesitamos en nuestras organizaciones? Escuchemos con mayúsculas y comencemos a hablar de humanización y liderazgo, de colaboración, de flexibilidad, de desarrollo, de salud y bienestar. Hablemos de comunicación, de diversidad y creatividad, de innovación y nuevas formas y más ágiles de relacionarnos y contribuir. Hablemos de todo aquello que nos ayude a transformarnos en esa  empresa que queremos ser.

Hablaremos de uno de los mayores y principales retos”: Así empezó este artículo y así termina: invitando a reflexionar y tomar acción sobre uno de los mayores desafíos de hoy para las empresas. Un desafío fundamental para sobrevivir y seguir creciendo: ATRAER Y FIDELIZAR EL TALENTO.

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